Dónde estabas… ¡Oh! Pueblo… ¿Dónde estabas…?
En qué sueño profundo tú dormías que tu patria,
la grande entre las grandes, como un barco sin guía,
por las rutas del mundo, ¡patria mía! se agitaba…
Pero… ¿Eras tú quien se hallaba adormecido,
o los hombres del mando así se hallaban…?
¿O tal vez no eran ellos los capaces?
¿O quizás tu sentir no interpretaban?
Si… Ello era… Aquellos conductores no sabían
de tu dolor, mi pueblo atormentado.
Nunca sintieron tu latir sublime,
nunca tu voz viril ellos escucharon…
Pero un día el clarín vibra gigante
y la tierra argentina se estremece,
un puñado de hombres lanza el grito
en un Cuatro de Junio que amanece…
Después… De ese puñado de Argentinos puros
una figura cual gigante emerge;
una nueva conciencia de la patria,
y para el sol de la bandera criolla,
un rayo de esperanza que florece.
Corren luego los días… Los meses van pasando…
El pueblo. ¡El verdadero pueblo! ¡El que trabaja!
Ve renacer de nuevo
al conjuro del hombre y su palabra,
la libertad, el respeto y la esperanza
que un día le robara el oligarca.
Más tarde, cuando asoma en el cielo el sol ansiado,
cuando todo parece ya logrado
y se quiere entregar a su descanso,
aquel traidor que tanto lo humillara
vuelve a dar el zarpazo…
¡Y el líder! Bandera de su lucha.
Estrella que alumbró su noche oscura,
siente en su corazón cómo se clava
el veneno traidor del dardo impío
que en las sombras le arroja el enemigo.
¿Y el pueblo…?
¿Está acaso dormido como antaño?
¿Va a resignarse como siempre supo
y va a perder el estandarte puro
conquistado en su lucha de dos años…?
¡No! ¡Nunca! ¡Jamás!
Como aisladas nubes se desplaza,
forma un enorme temporal en masa,
y ya impulsado por serena brisa
recorre los senderos hacia la Plaza,
y la tormenta con fulgor de patria
envuelta en colores se desata.
¡17 de Octubre! ¡Grito de libertad! ¡Justicia ansiada!
Triunfo del pueblo, del hombre y de la patria.
¡Cuántas banderas! Parecía
que el mismo cielo en nuestras manos ondeara…
¿Y las antorchas?
¡Qué visión imborrable en nuestros ojos!
Era el sentir del pueblo liberado
convertido en un fuego victorioso.
¡Y el grito de ese pueblo que estremeció la tierra,
como un millón de leones rugiendo allá en la selva!
¡Y la brisa serena! ¡Las luces y las estrellas!
¡Y la mujer criolla! ¡Y el niño! ¡Y las banderas!
¡Y el canto de los hombres poblando de armonías,
el nuevo surco abierto en la argentina tierra!
¡Y por fin! La voz del hombre. Su figura imponente,
en ese marco de oro de patria floreciente.
Su voz llena de patria, su voz libre y valiente.
Y el pueblo victorioso en esa noche excelsa,
recorriendo las calles con antorchas y bandera.
Reseca la garganta del grito incontenido…
Estremeciendo el suelo su grito de ilusión,
y toda la Argentina poblada por el eco
de aquel nombre sublime…
¡PERÓN! ¡PERÓN! ¡PERÓN!
Carlos Rebeiro
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