miércoles, 16 de marzo de 2011

Feminismo en la Argentina de 1830

El 8 de marzo se conmemora el día de la mujer debido a un hecho ocurrido en Nueva York en 1908. En esta fecha miles de costureras industriales se declararon en huelga reclamando mejores salarios, reducción de la jornada laboral, abolición del trabajo infantil, etc. Los dueños de la fábrica Cotton Textile Factory encerraron a sus empleadas para impedir que se unieran a la huelga. Pero se desató un incendio dentro de la fábrica que acabó con la vida de más de un centenar de trabajadoras.

Transcribimos a continuación dos artículos de La Aljaba, el primer periódico en Buenos Aires dedicado “al bello sexo argentino”, editado por una mujer, la uruguaya Petrona Rosende de Sierra. La Aljaba -que contó con 18 números entre el 18 de noviembre de 1830 y el 14 de enero de 1831- fue un periódico de orientación feminista que intentaba concientizar a la mujer sobre su rol en la sociedad y en la vida del hombre.


Los primeros dos artículos que seleccionamos destacan la importancia de la instrucción de la mujer, algo en lo que Petrona Rosende estaba especialmente interesada. El tercer artículo es un conmovedor llamado a las mujeres a una acción muy particular para terminar con las luchas civiles en el país. Ahí exclamará: “Federales y unitarios: queden desarmados por nuestras súplicas; y por nuestras lágrimas sean enmohecidos los filos de sus espadas…”.



Fuente: La Aljaba, Nº 4, 26 de noviembre de 1830, pág. 1; Nº 8, 10 de diciembre de 1830, págs. 1-2; Nº 13, 28 de diciembre de 1830, págs. 1-2.


A los que se oponen a la instrucción de las mujeres


Fuente: La Aljaba, Nº 4, 26 de noviembre de 1830.


¿Hasta cuándo se verá el sexo femenino sumido en la obscuridad en que lo encerró el sistema opresivo de los que le negaban los conocimientos más sencillos? Ya no puede culparse a ellos de la degradación intelectual en que yacen la mayor parte de las mujeres: los elementos para ser instruidas existen entre nosotros: las disposiciones naturales de las americanas presentan garantías suficientes para esperar un buen éxito en los ensayos: por otra parte, tienen también un estimulante poderoso en varias personas de ese sexo que figuran entre los hombres ilustrados de naciones las más civilizadas, por sus talentos sobresalientes en varias materias. Italia cuenta un número crecido de mujeres cuya fama vivirá siempre: las tiene doctas en teología, en leyes, en filosofía, en geometría, en matemática, y muchas en poesía. Francia es el foco de las mujeres célebres en literatura, y demás ramos; que, según algunos sólo pertenece su conocimiento a los hombres. Inglaterra ve en sus bibliotecas los nombres de mujeres que la honran por su ilustración. Parece que los que sostienen que las mujeres deben vegetar en la más crasa ignorancia, las consideran formadas de otra materia diversa a la suya; y que por ser variada la sustancia debe por consiguiente serlo también el espíritu: seguramente los que así discurren son descendientes de Platón; con la diferencia de que, aquel quería hacer a los hombres en sus faldas, con sus propias manos; y que estos, sus descendientes, habiendo adelantado más en la materia, han formado en sus imaginaciones, no sólo a las mujeres, físicamente, sino también puéstoles límites a las facultades de sus almas.


Educación de las hijas


Fuente: La Aljaba Nº 8, 10 de diciembre de 1830.


La educación de las mujeres es, por desgracia, en nuestro país mirada como lo menos necesario a su dicha: cuando es, por el contrario, la educación en ellas la base fundamental sobre la cual debe sostenerse el edificio social: si ellas no se hallan bien penetradas de una sana moral; si no conocen a fondo sus verdaderos deberes; si no se les hace ver cuál es su posición en la sociedad, y los bienes que esta debe esperar de ellas, crecerá el desaliento, que a muchos domina, para manifestar lo que son capaces de practicar, aun dentro de la estrecha órbita en que están colocadas, por su naturaleza misma.


Deber de las damas argentinas con respecto a la sagrada causa y engrandecimiento de su patria


Fuente: La Aljaba, Nº 13, 28 de diciembre de 1830, págs. 1-2.


El reconocimiento de nuestra independencia por parte de la Francia es un acontecimiento grandioso, y por consiguiente de gran peso en la balanza política, que se ve inclinada a nuestro favor: no ha muchos meses que el ministerio del ex rey Carlos X se pronunció de un modo capaz de infundir temores a los gobiernos republicanos de nuestra América. Hablando con verdad, debíamos temer que la expedición triunfante de Argel no quedaría sin que se le diese un nuevo destino, y que éste fuera la América: las tropas españolas que se reunían y disciplinaban en la isla de la Habana, operarían en combinación con las de Carlos X. Por consiguiente una fuerza numerosa, aunque llegase a nuestros mares algo desmembrada por la distancia, y la epidemia que generalmente es el azote de las grandes expediciones peninsulares a hacia nuestras regiones, (sin embargo de todo esto) nos hubieran causado muchos males, de los que podemos contarnos libres, por la libertad que hoy goza la Francia, y por el reconocimiento que acaba de hacer de nuestra independencia.


Pero este reconocimiento, no nos traerá los bienes que debemos esperar de él, sin que por nuestra parte hagamos ver a la Francia, y al mundo entero, que somos y estamos capaces de ser reconocidos; un ministro diplomático se nos pide, como es de costumbre, entre las naciones cultas: para que este marche competentemente autorizado, ¿qué haremos? ¿De qué modo nos presentaremos a una nación poderosa, y que acaba de darnos la más alta prueba de la unión y de sus sentimientos y deseos? Nosotros que somos, y estamos tan discordes y tan divididos –en nuestras opiniones, y hasta en el conocimiento de nuestros propios intereses, ¡qué hacemos!


¡Sexo influyente! Ha llegado el momento más crítico, y más oportuno para manifestar lo que podéis sobre el corazón de los hombres. ¡Argentinas de todos los pueblos del interior! Con vosotras hablo, compatriotas cordobesas, tucumanas, salteñas, santiagueñas, y todas, unid vuestros ruegos con las porteñas; postrémonos todas ante los hombres, alcemos nuestras manos, lloremos… Federales y unitarios queden desarmados por nuestras súplicas; y por nuestras lágrimas sean enmohecidos los filos de sus espadas: todos llenos de un mismo sentimiento; todos poseídos de unos mismos deseos, sean presentados por nosotras en el templo de la reconciliación; allí serán coronados por nuestras manos, y sin dilación impelámoslos a que en las aras de la patria juren sacrificar, en lo sucesivo, todas sus pasiones, antes que volverla exponer a sucumbir bajo las ruinas de la discordia… Nunca se nos ha presentado una mejor ocasión de imitar a las sabinas, que desarmaron la cólera y la venganza que dominaba con furor, a los que iban a entrar en el combate; ellas se postraron en medio del campo que unos y otros habían destinado para lugar de su sepulcro, antes de ceder de sus pretensiones, por ellas, por sus ruegos y lágrimas, en vez de la muerte hallaron la vida, y una unión que los hizo después temibles y respetables para otras naciones.


¡Imitemos su ejemplo: roguemos a los partidos: mediemos para que terminen sus divergencias; y si no ceden a tan justa demanda, que vuelvan los puñales que amenazantes brazos levantan contra la vida de la patria, que los vuelvan sobre nuestros pechos; que vean correr nuestra sangre antes que, en su empeño, logren ver desgarrada a aquella, y en ella a nuestros hijos tiernos y queridos!


Felipe Pigna

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