lunes, 26 de diciembre de 2011

No me lo contaron, yo lo viví

A 10 años del 20 de diciembre.

El estallido social. El papel de los medios de comunicación. El cambio positivo en la mentalidad de la juventud argentina.
Estaba paseando por la feria Mitre. Seguramente aburrido y con plata (léase $20 o $30). A las 5 de la tarde salí de mi casa al centro de Neuquén, y mi recuerdo comienza en ese sitio exacto. Adivino que estaba aburrido y con plata, porque cuando tenía 18 años solo así me iba al centro a comprarme boludeces. Todos los puestos de la feria estaban atendidos delante del mostrador, con los vendedores hablando entre ellos.

- ¿Vos cerrás?
- ¡Y, hay estado de sitio!
Escuché y pensé qué sería eso de “estado de sitio”.

Hasta las heladerías estaban con la reja a medio cerrar. Ese 19 de diciembre todos amagaban con cerrar, pero aún nadie cerraba. Llegué a suponer que había explotado la represa de El Chocón. ¡Y… más o menos! dirá alguno. Igual nos tapó el agua.

Las medidas de Cavallo habían pegado fuerte en la vida social y económica de todo el país. Me informé que el estado de sitio impedía las concentraciones de personas como en la época de la dictadura militar. No entendía o no quería entender, que aquella medida que los militares habían sacado sólo el día de las elecciones que ganó Alfonsín en 1983, sea rescatada por un radical 18 años después.

Me volví a mi casa y no me animé a salir de ahí. Cada hora llegaban peores noticias. El 20 de diciembre todos los canales de noticias estaban llenos de sangre. Desde casa se escuchaban disparos en un supermercado cercano. Mis padres no me dejaban salir al patio por los gases lacrimógenos. Sólo quedaba mirar tele. Crónica anunció la renuncia del ministro Cavallo. TN tituló: “El Estallido”. Crónica, horas después, tituló lo que costaba creer: “Renunció el Presidente De La Rua”.

Cada hora la TV anunciaba más muertes en Plaza de Mayo, y en todos el país. Fueron 39 en total, 39 asesinados a sangre fría por protestar ante un estado corrupto e ineficiente. No es sólo un número, son 39 familias, 39 grupos de amigos, que quedaron marcados trágicamente por ese 20 de diciembre fatal.

La huída del Presidente no calmó las aguas para nada. La gente siguió protestando y saqueando. Hasta que la noticia llegó a la puerta de casa, y salimos a mirarla. El hipermercado La Anónima se debatía entre abrir sus puertas o no, porque cerrado igual perdería mucha mercadería. No las abrió, ni entregó mercadería gratis como hizo Jumbo. Fueron a saquearlo, pero la policía con un camión hidrante y colaboración de los vecinos (mínima, pero colaboración al fin), logró que el hipermercado quede intacto. Después nos enteramos que otros supermercados, como el Topsy que ahora me queda cerca, también fueron salvados por los vecinos y los mismos empleados que defendían su laburo. En el país no mandaba nadie.

A los jóvenes nos gustaba el rock, que como nosotros atacaba y odiaba a la clase política. No creíamos en la política, menos aún en los políticos. Nos parecía imposible que el país se recupere de esa crisis.

Me daba risa que De La Rua se queje de su fracaso culpando a Tinelli y a Crónica. De La Rua había luchado contra el modelo corrupto de la segunda década infame, y la gente que reventó las urnas para cambiar la historia le dio dos años exactos de crédito. No hizo absolutamente nada de lo que prometió en campaña.

Duhalde había perdido contra De La Rua pero apareció como el sucesor, no llamaron a elecciones. Empezó bien, prometió que el que depositó dólares recibiría dólares, y que el 9 de julio de 2002 comenzaría la reactivación económica del país. Él mismo reconoció meses más tarde que ninguna de esas dos promesas podría cumplirse (igual nadie le había creído), al consultársele entonces para la reactivación económica respondió: “Que Dios nos ayude”, una frase que quedaría en la historia por su tácita demostración de ineficiencia, desorientación y pesimismo. Ojalá la presidencia de Duhalde durante “el incendio” se pudiese resumir en promesas inconclusas. También se llevó la vida de dos manifestantes en una protesta: Kosteki y Santillán.

Eran tiempos duros, no había plata. Se inventaron bonos que después perdieron su valor, se imprimieron bonos de moneda nacional (“Argentinos” se llamaban) para no usar el Peso y cuidarlo, pero no se llegaron a implementar. Se pagaron sueldos con vales de comida. Se vendían de a dos litros de leche, de a dos litros de aceite por persona. Nos turnábamos con mi hermano para comprar y esperar afuera del supermercado, había que abastecerse de víveres porque no se sabía qué podía pasar con la economía del país. Sí, hagan memoria, hace apenas diez años.

¿Cómo salir de esa realidad? ¿En quién confiar? ¿A quién utilizar para negociar y descartar para gobernar? ¿Cómo sería la trancisión y con quién? ¿Cuándo y con quién cambiar el modelo de la trancisión a la recuperación? Pregúntenle a Néstor Kirchner, esa es otra historia.

Cuatro años después, en los comienzos de la recuperación, estudié que los multimedios eran demasiado importantes para manejar la cabeza de la gente. Incluso Sasturain nos dio a entender que Clarín tenía un porcentaje de Página 12. Ahora miro las tapas de diciembre, y los diarios Clarín y La Nación minimizaban el shock por las medidas de Cavallo, atacaban a De La Rua evitando perjudicar a ‘Mingo’. ¿Por qué? ¿Qué intereses defendían?

Ah, De La Rua impulsó una ley que perjudicaba los intereses monopólicos de Clarín. Ahí empezaron las tapas y noticias de TN en contra, está bien. Por eso la Alianza perdió las legislativas en octubre de 2001. Si, te lo concedo. Dos meses después tuvo que renunciar De La Rua. Puede ser una lectura. Pero ningún estallido social hubiese sido posible sin el corralito de Cavallo y el estado de sitio de De La Rua. ¿A alguien se le ocurre que mañana salga Cristina Fernández a decir: desde hoy se pueden sacar mil pesos por semana (supongamos), y no puede haber concentraciones de personas en un mismo lugar”? Sería más fácil renunciar, y no tomar medidas para impulsar a que te renuncien.

En 2008 y 2009, el gobierno actual vivió una crisis comparable. No similar, porque contra Cristina Fernández salieron a protestar los que tienen plata, y no los que no tienen para comer. Sin duda la presidenta constitucional pudo seguir en el cargo y soportar las embestidas, porque no fue tan h.d.p. de reprimir con balas de plomo, balas de goma, gases lacrimógenos, camiones hidrantes, caballos, culetazos, en fin. En ocho años, Cristina Fernández y su antecesor Néstor Kirchner jamás reprimieron una protesta social.

El 28 de junio de 2009, el gobierno actual perdió las elecciones legislativas, como la Alianza en octubre de 2001. Pero en 2009 no le dieron tiempo al grupo monopólico de darle al gobierno el empujón definitivo al abismo. En julio de ese año fue impulsada la Ley de Medios Audiovisuales, y con otra lógica mediática, comenzaron a denunciar las contradicciones del grupo Clarín, propias de un grupo empresarial que se amolda a los cambios de la realidad siempre en defensa los mismos mezquinos e inhumanos intereses. ¡Ah, entonces eso era lo que defendían en 2001 cuando no criticaban a Cavallo!

En octubre de 2011, la victoria de Cristina Fernández con el 54% de los votos, significó desde el regreso de la democracia, la primera victoria electoral de un candidato no apoyado por el Grupo Clarín.

Hoy me alegra ver un congreso donde se discuten leyes en las que se puede estar de acuerdo, o no. Pero ya no se le dan “superpoderes” al mismo tipo que, mucho antes de 2001, hizo pública la deuda privada a costa del hambre y la miseria de los argentinos. Se discute el estatuto del peón y no la reforma laboral. Hoy las nuevas canciones de rock salieron de la monotonía de atacar a la política.

Hoy creo en la política como herramienta de cambio y transformación de mi patria. Miles de jóvenes salen a la calle a defender al gobierno, y yo también. Sería desconsiderado de mi parte creer en los milagros, prefiero defender explícitamente al modelo y a las personas que lograron recuperar la política. Hoy estoy formando una familia, analizando opciones para trabajar, administrando la plata, planeando y calculando. Hace diez años, no me imaginaba vivir en un país con trabajo y con plata. Nadie me contó esta historia, yo la viví.
Sebastián Sánchez.
Diciembre de 2011.

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